El Patrimonio Industrial de Béjar

Puede parecer extraño que la arquitectura industrial forme parte del conjunto de bienes que integran el Patrimonio Histórico en el mismo nivel de reconocimiento que otorgamos a nuestros castillos, palacios, jardines, conventos, iglesias o catedrales. Y, sin embargo, la Ley establece su protección como testimonio de la aportación científica y técnica del hombre a la cultura universal.

A menudo, este testimonio se manifiesta en soluciones arquitectónicas en las que forma y función se equilibran admirablemente para adoptar las constantes estilísticas de su tiempo, como en las fábricas modernistas y racionalistas.

En Béjar, la arquitectura industrial -fundamentalmente ligada a las artes textiles- ha sido el resultado de un proceso centenario que cuenta con antecedentes medievales y forma un conjunto diverso y único en Castilla y León. Su primer inventario gráfico es, sin duda, la Vista de Béjar pintada por Ventura Lirios (1727): molinos, batanes, tenerías, fábrica de sayas, tendederos de paños, tinte y escaldadero a la vera de un río bravo y manirroto. Pero el cuadro no muestra otros establecimientos de aquellos tiempos pre-industriales, en pleno medio urbano, como los numerosos obradores domésticos que determinaron una adaptación especializada de las viviendas bejaranas (también sucedió en Candelario respecto a la chacinería) o iniciativas ducales como La Calandra, destinada a la artesanía de la seda.

A Lirios le faltó poco más de medio siglo para poder pintar la Real Fábrica de Paños de Diego López donde su obra muestra las arruinadas Casas Obispales, y muchos años más para recoger con minuciosidad el impresionante legado de los siglos XIX y XX en las mismas riberas del Cuerpo de Hombre. Fue entonces cuando Béjar adquirió su fisonomía actual: sobre un asentamiento con una red viaria y un parcelario medievales, enriquecido con intervenciones puntuales de los siglos XVI y XVIII, se transformó -al vapor de la Revolución Industrial- en una verdadera ciudad en la que las nuevas residencias de la burguesía sustituyeron al caserío más vetusto (como resulta patente en la Calle Mayor) y los primitivos establecimientos fabriles que pintó el italiano crecieron y se multiplicaron junto a los cursos fluviales de la ciudad -su fuerza motriz- hasta convertirse en el valioso conjunto de edificios que todavía se conserva.

Asentamiento urbano y entorno industrial son partes de un conjunto en el que las constantes arquitectónicas y los usos se interpenetran y se complementan hasta formar un paisaje singular: cerro y valle encajado, casas-obradores y fábricas ribereñas, campanarios y chimeneas, calles y canales, plazuelas y pesqueras, caras de la misma moneda -arriba y abajo, cara y cruz- durante siglos.

Desde los años setenta, la decadencia de la economía textil ha privado de su función a buena parte de este Patrimonio y sobre él se cierne la amenaza inminente de la piqueta, ya cumplida en uno de sus bienes emblemáticos: el Tinte del Duque (1592). Es necesaria la inmediata protección de este legado bajo una figura jurídica que permita su conservación y mantenimiento. Pero no se trata de almacenar monumentos sin vida, sino de formular propuestas coherentes de puesta en valor y uso de este Patrimonio acordes con sus cualidades. Por todo ello, solicitamos la ampliación del recinto protegido en el Bien de Interés Cultural-Conjunto Histórico de Béjar (1974) para abarcar las riberas del río Cuerpo de Hombre desde la fábrica de Navahonda hasta la de Gómez-Rodulfo, arriban incluidas.

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(*) Presentación realizada por: Félix Sánchez Sancho

 

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Grupo Cultural "San Gil"
Apartado de Correos, 71
37700 Béjar (Salamanca)
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